PERSPECTIVA
Por Marcos Pineda
Miércoles 28 de septiembre de 2022
Una prueba más de que los tiempos del populismo están de vuelta, más fuerte que nunca, es la decisión del presidente Andrés Manuel López Obrador de llevar a cabo una “consulta popular” a la que llamarán “ejercicio participativo para escuchar la opinión del pueblo en materia de seguridad pública”, en voz del secretario de Gobernación, Adán Augusto López Hernández.
López Hernández reconoció que no la llamarán “consulta” porque eso significaría incumplir las leyes mexicanas, con todo y que el presidente había ya presentado su propuesta como tal. Nos surge una severa duda cuando recordamos los desplantes de Andrés Manuel al respecto del cumplimiento de los ordenamientos jurídicos cuando no son favorables a sus caprichos y proyectos. En esta ocasión no hubo un “no me vengan con que la ley es la ley” y ordenar que se hiciera su voluntad.
López Obrador cambió de opinión y se llamará “ejercicio participativo”. No tendrá efectos vinculatorios, es decir, sus resultados no serán de cumplimiento obligatorio. Será organizada por la Secretaría de Gobernación, en conjunto con un comité ciudadano -propuesto por el propio titular del ramo-, no intervendrá el INE y no será necesario que los votantes se identifiquen con su credencial de elector, sino sólo con su CURP y cualquier identificación oficial, además de que se podrá votar también a través de Internet.
¿Por qué ahora el presidente sí hizo caso y aceptó que siempre ya no sea una Consulta Popular, sino un ejercicio amparado en un rescoldo de las facultades de la Secretaría de Gobernación? Los responsables de cuadrar legalmente el capricho presidencial pusieron en la mesa las objeciones y la solución. Haber llamado “Consulta” a la que ya no será “Consulta”, habría sido una flagrante violación a la Constitución, misma que podría ser impugnada en tribunales internacionales. Impugnación que traería consecuencias muy negativas para la imagen presidencial, más allá de las fronteras, pues se pondría en el banquillo de los acusados al primer mandatario como el responsable de haber violado la Constitución que juró respetar y hacer respetar. Y la solución fue la que comentamos, el “ejercicio participativo”
Al margen de los distractores, el circo mediático y el adoctrinamiento cotidiano que significan las mañaneras, las huestes morenistas y sus aliados tienen ya una misión más para promover en el territorio nacional. Andan, en estos momentos, con la promoción de la reforma electoral y no se esperaban tener a otro torito enfrente. En términos de organización y movilización tampoco es tan complicado, en lugar de dividirse la chamba tienen la opción de hacer una especie de promoción en una especie de dos por uno. Ambos asuntos en las mismas asambleas.
No parece que el tema de las fuerzas armadas en tareas de seguridad pública ni la reforma electoral sean para López Obrador un ejercicio de entretenimiento popular, sino todo lo contrario. Forman parte estratégica para el logro de sus objetivos políticos: La centralización y concentración del poder no estaría completa si no logra ambas reformas.