CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta Flores
Viernes 17 de febrero de 2023
Conforme los morelenses avancemos hacia el proceso electoral, pero sobre todo después de que los partidos políticos definan a sus candidatos para participar en los comicios del 2 de junio de 2024, veremos repetida la conducta de los traidores, de los tránsfugas de la política, tratándose de mujeres y hombres que harán un elogio a la traición. Lo anterior no es nada nuevo y ha propiciado la degradación de la vida pública, así como el resquebrajamiento de la imagen de los políticos frente a la sociedad.
Quienes asuman tan vergonzosas conductas buscarán vengarse de los institutos políticos que durante lustros les dieron suficientes recursos para consolidar sus situaciones patrimoniales, simple y sencillamente porque, a diferencia de antaño, en esta ocasión no pudieron cristalizar sus anhelos. Eso lo veremos repetido, desde luego, entre personajes con relativo peso específico que querrán ser candidatos o candidatas a la gubernatura, sin conseguirlo. No se conformarán con nada, a menos que el siguiente cargo les garanticen emolumentos mensuales nada despreciables. Si están decididos a recurrir al revanchismo, serán capaces de respaldar, junto con sus simpatizantes, a candidatos de partidos opositores, aunque sean sus adversarios históricos.
Aquí deseo referirme a un libro que debe ser texto básico para interpretar algunas de las motivaciones y decisiones de quienes constituyen la clasesita política morelense. Quiero retomar el asunto porque en la cada día más cercana ebullición preelectoral aparecerán los saltimbanquis de la vida pública, esos que, al no ser satisfechas sus exigencias y presumiendo rentabilidades electorales muchas veces inexistentes, decidieron renunciar a tal o cual tendencia partidista y se pasaron a otra, o están reflexionando en si lo hacen o no.
Dicha obra se llama “Elogio de la Traición”, de Denis Jeambar e Ives Roucate (franceses), articulista de “L’Express” y maestro de filosofía de la Universidad de Pitiers, respectivamente, quienes nos remontan a Sófocles: “La traición y la negación son meollo del arte político”; a Maquiavelo: “Los príncipes que han sido grandes no se esforzaron en cumplir su palabra”; y a Bacon: “Quien se niega a aplicar remedios nuevos, debe aprestarse a sufrir nuevos males, porque el tiempo es el mejor innovador de todos”.
La frágil democracia morelense se caracteriza por la traición. Desde luego que hay sus honrosas excepciones, pero la conducta de ciertos personajes nos sirve como modelo para confirmar lo que no debe hacerse en política. La gente puede olvidar que algunos personajes sean tontos con iniciativa y hasta proxenetas, pero nunca sacará de la memoria a los que cambiaron de chaqueta. La sociedad siempre los condenará al juicio popular, al de la historia y al fracaso, si es que se atreven a buscar de nuevo un cargo de elección popular.
La inmensa mayoría de mexicanos tiene una percepción negativa sobre la conducta de los políticos, quienes son considerados como individuos ligados a las dádivas del poder y no a una ideología o a determinados proyectos de nación. Lo mismo se repite a nivel regional y local. Los morelenses tenemos la impresión de que al interior de los partidos y en tiempos preelectorales pululan políticos marrulleros, hábiles para echar mano de todos los ardides a su alcance con tal de consolidar su papel. Y AHÍ VIENEN DE NUEVO.